
Notas de Prensa

Fecha: 01/12/2021
Categoría: Notas de Prensa
PEDRO MARTÍNEZ CUTILLAS
A veces, la vida, en uno de esos gestos de rara generosidad, nos concede el privilegio de cruzarnos con seres verdaderamente excepcionales. Personas cuya sola presencia deja una huella profunda; que no imponen, sino inspiran; que no buscan protagonismo, pero transforman cuanto tocan. Hombres y mujeres cuyo ejemplo nos recuerda lo que significa vivir con propósito, con integridad, con pasión. Pedro Martínez Cutillas fue, sin la menor duda, uno de esos seres. Uno de los que elevan. De los que ennoblecen sin pretenderlo. De los que, simplemente al estar, nos enseñan a ser mejores.
Hay presencias que iluminan sin alzar la voz. Y hay ausencias que, sin decir palabra, lo ocupan todo, el aire, el recuerdo, la intimidad del alma.
Existen vidas que trascienden lo cotidiano, que se convierten en referentes para las generaciones venideras. Vidas que parecen haber nacido para ser contadas y que, al apagarse, dejan tras de sí una estela de recuerdos, experiencias y enseñanzas imposibles de relegar al olvido. La suya fue una de esas vidas, rica en anécdotas, colmada de acontecimientos y de hitos memorables. Una vida digna de ser recordada, admirada y preservada en la memoria colectiva.
Tras atravesar con admirable fortaleza un prolongado periodo de adversidades, enfrentadas con el temple sereno de los verdaderos luchadores, Pedro nos dejó el 26 de noviembre de 2021, a los 90 años de edad, huérfanos de su afecto, pero profundamente marcados por la huella imborrable de su legado.
Hombre visionario y de espíritu emprendedor, fue ejemplo de inteligencia, tenaz perseverancia y auténtica visión de futuro. Supo adelantarse a su tiempo sin perder el vínculo con lo esencial, conjugando siempre la razón con la intuición. De trato amable, tono cercano, cálida expresión y mirada recta y franca, su vida fue, en esencia, una lección de integridad, pasión y generosidad.
Concibió la empresa no como una simple estructura productiva, sino como una verdadera comunidad de personas; un espacio donde los sueños se comparten y las voluntades se entrelazan. Creía, con convicción, que toda actividad empresarial conlleva un profundo compromiso social. Y supo siempre, sin concesiones, que el trabajo digno, justo, generador de oportunidades, es uno de los pilares esenciales sobre los que se edifica una sociedad más equitativa e inclusiva. A ese ideal consagró su vida, con firmeza, pasión y la coherencia de quienes predican con el ejemplo.
Amaba el arte y toda manifestación del espíritu humano capaz de expresar belleza, verdad y dignidad. Lo comprendía no como un lujo, sino como una necesidad del alma, como un espejo en el que lo más noble del ser humano encuentra forma y sentido.
Pocas personas han intentado vivir con tanta fidelidad a sí mismas. Pedro pensaba con hondura, sentía con autenticidad y actuaba con integridad. No buscó el aplauso, ni necesitó la aprobación. Fue respetado, estimado, profundamente querido, porque fue auténtico. Porque su vida, sencilla y firme, hablaba por él incluso en el silencio.
Llevó una existencia plena, marcada por el esfuerzo constante, la claridad de propósito y una extraordinaria capacidad de realización. En todo cuanto emprendió, dejó una estela de logros y un testimonio de vida admirable.
Pedro Martínez Cutillas nació el 8 de abril de 1931 en Jumilla, provincia de Murcia (España).
Desde muy temprana edad manifestó una singular iniciativa emprendedora. Con tan solo 16 años, fundó en su pueblo natal un taller de recauchutado, que llegó a emplear a seis operarios. Solía contar, no sin cierta ironía, que a esa edad ya había logrado lo que muchos tardan años en alcanzar: ser dueño de su propia empresa.
Tres años más tarde, movido por su afán de descubrir nuevos horizontes, vendió el taller y se trasladó a Madrid. Fue entonces, empujado por su vitalidad inagotable y su curiosidad por todos los saberes, que aprovechó el servicio militar voluntario para obtener los títulos de profesor de educación física e instructor de paracaidismo, expedidos por la escuela del Ejército Español del Aire.
Convencido de que el remache era un vestigio condenado a desaparecer, Pedro consagró todo su tiempo, su energía y su talento a especializarse en las nuevas técnicas de soldadura que, por entonces, comenzaban a abrirse paso en España, llegadas desde Estados Unidos y otras naciones europeas. No se limitó a aprenderlas, las perfeccionó, las difundió y contribuyó de manera decisiva a su desarrollo en nuestro país.
Su naturaleza inquieta, hecha de curiosidad incansable y férrea determinación, halló pronto el terreno fértil donde sembrar su ambición de futuro.
Con apenas poco más de veinte años, se trasladó a Barcelona con un contrato bajo el brazo, la electrificación de la línea férrea entre Mataró y la capital catalana. Aquel ambicioso proyecto exigía la instalación de modernas torres metálicas y requería la colaboración de empresas altamente especializadas. Pedro se sumó como subcontratista de una firma que trabajaba directamente para RENFE.
Contaba apenas con poco más de veinte años. Carecía de patrimonio, de influencias, de redes. Pero le sobraban visión, entusiasmo y un sentido inquebrantable del trabajo bien hecho. Sabía que una obra de semejante envergadura no se acomete en soledad. Y así, buscó aliados, formó equipos, encendió voluntades. Supo ver en otros lo mejor de sí mismo y los hizo parte de una aventura que, con el tiempo, iría creciendo en alcance y en significado.
Con el transcurrir de los años, aquella empresa nacida al calor de la soldadura, de la chispa y del acero, fue transformándose. Lo que comenzó como una actividad técnica y especializada se expandió, poco a poco, hacia nuevos territorios de la industria. Se abrieron entonces campos dedicados al montaje de equipos para los sectores químico, petroquímico, hidráulico, de automoción y otras áreas esenciales de lo que hoy conocemos como industria pesada y semipesada. No fue una diversificación al azar, fue una evolución natural, guiada por el rigor, la necesidad y la mirada puesta en el futuro. Cada nuevo campo no era una simple expansión, sino una conquista racional, medida y necesaria.
Pedro comprendió pronto que el conocimiento técnico, por sí solo, no bastaba. Que para guiar con acierto una empresa era preciso dominar también las leyes invisibles que rigen la economía. Por eso, sin abandonar sus responsabilidades, se matriculó en la facultad de Ciencias Económicas. Compatibilizó los estudios con la gestión diaria de su compañía, en un esfuerzo sostenido que solo podía entenderse desde la vocación absoluta.
Esa formación académica no hizo más que confirmar lo que ya le había enseñado la experiencia, que uno de los pilares del éxito empresarial reside en saber orientar el negocio hacia ideas únicas, hacia productos o servicios en los que la competencia sea escasa o inexistente. Si el empresario dispone de una idea de esas características, solía decir, su lucha esta ligada a imponer una idea, no a pelear con otros para mantenerla.
“Ganarse al cliente constituye la mejor de las satisfacciones en el trabajo de un empresario. Más incluso que ganar dinero. Es la forma de conocer el alcance de tu éxito.”
Pedro Martínez Cutillas.
Aquel esfuerzo sostenido, paciente y tenaz, encontró finalmente su cauce en la creación de un grupo empresarial que Pedro presidió y lideró con el mismo entusiasmo con el que, desde joven, había encarado cada desafío. La empresa, fruto de décadas de trabajo riguroso, se convirtió, con el tiempo, en un referente indiscutible en el ámbito de las instalaciones industriales “llave en mano”, avalada por más de medio siglo de actividad y por un nivel de calidad y servicio que le granjeó reconocimiento dentro y fuera de nuestras fronteras.
En su momento de mayor expansión, el grupo llegó a emplear de forma directa a cerca de dos mil personas, una cifra que se triplicaba al incorporar a las empresas subcontratadas con las que colaboraba de manera habitual. Su cartera de clientes era tan amplia como selecta y en ella figuraban desde grandes firmas multinacionales hasta las principales compañías españolas, todas ellas atraídas por una reputación forjada en la seriedad, la eficacia y el cumplimiento riguroso de cada compromiso.
Española de Montajes Metálicos, S.A. —EMMSA— fue, durante décadas, sinónimo de solvencia, precisión y compromiso. Una empresa de referencia internacional dentro de su sector. Totalmente familiar en su estructura, ajena a la participación de grandes grupos económicos, financieros o industriales, fue capaz de afrontar, con recursos propios y solvencia técnica acreditada, proyectos de gran envergadura, complejidad y diversidad. Su radio de acción abarcó todos los ámbitos de la construcción y de la industria, extendiéndose desde las llanuras industriales de la península hasta los confines más inesperados, la selva húmeda del Brasil o las vastas extensiones de la India:
- OBRA CIVIL.
- QUÍMICA.
- PETROQUÍMICA.
- AUTOMOCIÓN.
- ALIMENTACIÓN.
- FARMACÉUTICA.
- SEMICONDUCTORES.
- PLANTAS OFF-SHORE.
- CONSTRUCCIÓN Y MONTAJE INDUSTRIAL.
- NAVAL.
- GAS NATURAL.
- ENERGÍA.
- GASES INDUSTRIALES.
- FABRICACIÓN DE EQUIPOS PARA INGENIERÍAS.
Incansable por vocación y por naturaleza, Pedro no se conformó con haber erigido uno de los grupos industriales más sólidos de su tiempo. Su espíritu emprendedor, siempre atento a nuevas oportunidades, lo llevó a implicarse en otros ámbitos, como el urbanismo y el desarrollo turístico. Así, en la luminosa geografía de la Costa Brava, impulsó diversos proyectos de ingeniería civil que dieron origen a las urbanizaciones Condado de Jaruco, Vinya Rosa y Los Pinares. Propuestas de vanguardia, pensadas con rigor y sensibilidad, que marcaron un hito en la evolución del turismo residencial en el litoral español, combinando visión arquitectónica y respeto por el entorno.
Doctor Honoris Causa por la Johnson And Wales University (Providence, U.S.A.), Pedro fue miembro de diversas asociaciones de carácter empresarial y cultural y su destacada trayectoria se vio premiada por diversos reconocimientos en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, como testimonio de una vida dedicada al trabajo, a la creación y al pensamiento estratégico.
Al margen de su intensa actividad profesional, Pedro cultivó una relación profunda y constante con el arte y la historia. Fue un ávido coleccionista y, sobre todo, un mecenas generoso. Apoyó a jóvenes artistas, alentó sus primeros pasos, creyó en ellos cuando aún no eran reconocidos y, con su respaldo, contribuyó decisivamente a que muchos pudieran consolidar una carrera. Su mecenazgo no fue un gesto accesorio, sino una forma más, quizá la más íntima, de construir futuro.
Del mismo modo, su afición a la historia le impulsó a completar estudios universitarios de la materia en la facultad de geografía e historia de la Universidad de Barcelona.
Amplio conocedor y profundamente enamorado de Panamá, durante más de 30 años centró su atención en la historia de dicho país, ahondando en su cultura y fomentando interesantes investigaciones de carácter historiográfico, tanto en el Archivo de Indias, como en diferentes archivos nacionales e internacionales.
Parte de dichas investigaciones vieron la luz con la publicación de sus obras “Panamá Colonial: Historia e Imagen” (2006) y “Veragua en el siglo XVI: Historia e Imagen” (2010), con ocasión del V centenario de la muerte de Cristóbal Colón. Todos sus ejemplares, editados sin un fin lucrativo o venal, fueron donados y enviados a bibliotecas, universidades e instituciones culturales de todo el mundo.
En reconocimiento a sus notables méritos, el Gobierno de la República de Panamá, por medio de su órgano ejecutivo y en la persona de su presidente, el excelentísimo señor Martín Torrijos Espino, jefe de Estado y de Gobierno, le otorgó el 1 de marzo de 2007 la condecoración nacional de la Orden Vasco Núñez de Balboa, en el grado de Comendador. Esta distinción, la más alta que concede el Estado panameño, honra a quienes han contribuido de manera ejemplar al progreso y engrandecimiento de la nación.
La ceremonia solemne de imposición fue presidida por el excelentísimo señor Samuel Lewis Navarro, primer vicepresidente de la República y ministro de Relaciones Exteriores y por el doctor Arístides Royo Sánchez, ex presidente de la República y entonces embajador representante permanente de Panamá ante la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El acto contó, además, con la distinguida presencia del excelentísimo señor Gerardo Zaldívar Miquelarena, embajador de España en Panamá y de Su Eminencia Reverendísima, José Dimas Cedeño, arzobispo metropolitano de Panamá.
El Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral de la República de Panamá honró su trayectoria con un reconocimiento público, declarándolo colaborador y consultor honorario de dicho ministerio, así como mediador emérito en favor de la concertación y el entendimiento entre los pueblos de Panamá y del mundo. Por su parte, la Alcaldía de la ciudad de Panamá le confirió el título de Visitante Ilustre, en testimonio de gratitud y respeto.
Un año más tarde, el 9 de abril de 2008, en reconocimiento a su invaluable contribución a la historiografía nacional, le fue conferido el grado de Doctor Honoris Causa, en una ilustre ceremonia celebrada en el Paraninfo Universitario. El acto contó con la presencia de distinguidas autoridades, entre ellas el segundo vicepresidente de la República, Rubén Arosemena, miembros del cuerpo diplomático, el consejo de rectores, historiadores, intelectuales y otras personalidades del ámbito académico y cultural.
“Me honra en grado profundo. Este nombramiento académico me llena de orgullo”, expresó con emoción durante su disertación, tras recibir la distinción de manos del Excelentísimo y Magnífico Rector de la Universidad de Panamá, Gustavo García de Paredes, quien actuó en representación de toda la jerarquía docente y de la comunidad académica.
El rector, consciente de la trascendencia del momento, subrayó que, en los setenta y dos años de historia de la institución, el Doctorado Honoris Causa solo había sido conferido a doce personalidades, tanto nacionales como extranjeras, lo que acentuaba aún más el carácter excepcional del homenaje.
Al referirse a Pedro Martínez Cutillas, lo calificó con firmeza y admiración como “un humanista a carta cabal” y exaltó su temple sereno, su insaciable apetito de conocimiento, su capacidad intuitiva y su hondo amor por el arte, el saber y la historia.
“Durante un mes al año, entre 1544 y 1739, el istmo panameño se convertía en el nudo económico del imperio, como un Wall Street de la época, en donde se controlaba las dos terceras partes de la plata producida en las posesiones españolas del Nuevo Mundo para ser intercambiada por las mercancías que se despachaban desde Sevilla en los galeones de Tierra Firme”, refirió, Pedro Martínez Cutillas, en su aplaudido discurso de investidura, titulado “Panamá en la Primera Globalización de la Economía Mundial”.
El 22 de mayo de 2009, honrado con la más alta distinción que la Cancillería de la República de Panamá puede conferir a un ciudadano extranjero, fue nombrado Cónsul Honorario de Panamá ante el Reino de España. Con este nombramiento, ingresó formalmente al Cuerpo Diplomático y Consular acreditado en territorio español, con el cometido de promover y fortalecer los vínculos económicos, culturales y científicos entre ambas naciones.
Tiempo después, movido por una firme convicción en la necesidad de aportar valores perdurables a la sociedad —y guiado, como siempre, por la discreción y la humildad que lo definían—, el 12 de julio de 2012 funda la Fundación Pedro Martínez Cutillas. Su propósito: expandir, repensar y enriquecer el tejido cultural, así como fomentar la educación y las artes mediante actividades de investigación, divulgación y formación. Para ello, afectó de manera duradera su propio patrimonio, dedicándolo íntegramente a la consecución de fines de interés general.
Resulta siempre arduo rendir homenaje a un ser querido sin que la emoción desdibuje la justa medida de sus méritos. Pero en el caso de Pedro, la objetividad no compite con el afecto, lo confirma su vida plena, sus logros notables y, por encima de todo, su estatura humana, tan singular como entrañable.
Pedro fue un hombre cultivado, sagaz, laborioso hasta la extenuación y, al mismo tiempo, afable, cercano, generoso con su tiempo y su palabra. Conversar con él era un privilegio, por su lucidez, por su humor, por la mirada luminosa con la que abordaba la vida. Nos hacía mejores a todos los que tuvimos la fortuna de compartir su camino. Mejores como personas, mejores en nuestra manera de estar en el mundo. Nos enseñó sin enseñar, con el simple acto de ser.
Su carácter autodidacta, entusiasta y brillante lo convirtió, en el corazón de nuestra familia, en una figura de referencia. Por la firme entereza con que afrontaba cada circunstancia, por la vitalidad que lo animaba, por su sencillez y la solidez de sus convicciones. Y por eso, su ausencia duele. Duele de un modo callado, pero intenso. Como duele todo lo que realmente importa.
Durante más de cincuenta años compartimos con Pedro una existencia hecha de instantes irrepetibles. Risas compartidas, proyectos soñados, silencios cargados de complicidad. Vidas entrelazadas por el privilegio de su presencia.
Hoy, al despedirlo, no nos domina solo la tristeza, sino también la certeza de haber sido testigos de una vida plena, vibrante, hermosa. Una vida que no se apaga con la muerte, porque lo esencial de su ser, su ejemplo, su modo de estar, su manera de mirar el mundo, permanece.
Pedro sigue entre nosotros, en la memoria, en los valores que encarnó, en la forma en que nos enseñó, con el ejemplo, a vivir con dignidad, con generosidad, con autenticidad.
Hoy lo despedimos con amor, en nombre de tantos que lo conocieron, lo admiraron y lo quisieron. De tantos que fueron tocados por su amistad sincera, su lealtad y su afecto.
Gracias, Pedro. Gracias por tu presencia discreta y firme. Por tu manera de estar, sin imponerte. Por tu vida luminosa, que fue un regalo para todos. Por el ejemplo silencioso que dejaste en cada gesto. Gracias por quedarte con nosotros, no en el cuerpo, sino en la huella. No en el tiempo, sino en la memoria. Gracias por permanecer, para siempre, en lo más hondo de quienes te quisimos.
Que la luz de tu espíritu nos guíe en la distancia y brille eternamente.
Francisco Massó Mora.